"Cristo vive y te quiere vivo, somos todos el ahora de Dios."

"Ser joven es una gracia, una fortuna. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza."

"Nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir." (1 Timoteo 4:12)

"Nuestra vida es una vocación, jóven sé tú el regalo de Dios."

"¡No tengan miedo de ser los santos del nuevo milenio!" - San Juan Pablo II

Reflexiones del Evangelio

La Palabra que transforma tu vida

La Palabra de Dios no es un libro antiguo y lejano, ¡está viva y tiene un mensaje para ti hoy! En esta sección, nuestros asesores y jóvenes de la Pastoral Juvenil comparten reflexiones sencillas y profundas sobre el Evangelio de cada domingo, buscando su aplicación concreta en tu vida diaria.

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA

5 DE OCTUBRE DEL 2025

Quiero que recordemos que a lo largo de la vida, Dios, cuando va haciendo Su obra en nosotros, nos va regalando algo. Cuando nosotros vamos recibiendo Sacramentos, cuando vamos teniendo ese encuentro vivo y personal con Dios, Él nos regala algo. Le recuerdo, en el momento en que el sacerdote derramaba agua sobre su cabecita, Dios, que lo adoptaba como hijo, le regaló tres virtudes, como un don, le regaló la Fe, la Esperanza y la Caridad y Él espera recoger frutos de su vivencia, de su persona a través de la vida.
Usted tiene la capacidad de creer, la capacidad de esperar y la capacidad de amar. Dones divinos, gracias especiales que Dios le quiso regalar a usted desde el día que lo llamó a ser su hijo, en adopción, en su bautismo.
El día de su confirmación, el Espíritu Santo le regaló siete dones divinos: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios. Siete dones divinos.
Espera Dios ir recogiendo frutos de lo que le va regalando a usted.
El día de su primera comunión, Dios le regaló Su Cuerpo y Su Sangre, alimento que asegura a usted la vida eterna y la resurrección con Dios.
El día de su santo matrimonio, Dios le regaló la gracia de amar, como esposo, como esposa y si lo llamó a la paternidad o a la maternidad, le regala la gracia y los dones que usted necesita para ser padre o madre.
Cuando Dios nos llama a un estado de vida, a una misión especial, nos regala lo que nosotros necesitamos de Su gracia, para responderle generosamente. Dios va haciendo Su obra en cada uno de nosotros.
Dios trabaja en nosotros todos los días y Dios espera de nosotros respuesta, respuesta.
Hoy, nos recuerda que debemos de responder a ese don de la fe que nos regaló.
¿Cómo vivimos nuestra fe en lo personal y en lo comunitario? ¿cómo la vivimos? ¿qué es para nosotros tener fe? ¿qué es? ¿qué es tener fe en Dios? Cada uno tiene su respuesta.
La fe es una vivencia, es una vivencia, no es una definición con palabras, es un vivir, un vivir y, entonces, le pregunto ¿cómo vive su fe? Y su fe, vivirla, no es colección de actos, es lo que hay aquí dentro, en nuestro interior, en nuestra vivencia personal, porque usted me puede decir: mi fe me lleva a misa, mi fe me lleva a hacer oración, mi fe me lleva a pedir… muy bien, muy bien, pero ¿cómo está la vivencia de fe en su interior?
El Señor nos acaba de decir, en la persona de Sus apóstoles y, por tanto, en la persona de nosotros que somos sus discípulos, nos dice que, si nuestra fe fuera del tamaño de un granito de mostaza, podríamos decirle a ese árbol, “arráncate de raíz y plántate en el mar” y los obedecería. Granito de mostaza, ¿cómo anda su granito de mostaza, cómo anda?
Hay momentos en que somos probados, porque nos pasa algo. ¿Cómo es nuestra vivencia en esa relación con Dios?
Pienso, por ejemplo, en casa tenemos un enfermito y le pedimos a Dios que lo sane, que lo sane y nosotros decimos que le estamos pidiendo con mucha fe y nuestro enfermito se va agravando cada vez más y más, hasta que muere y, ya muerto, le reclamamos a Dios, ¿por qué te lo llevaste? ¿por qué si te pedíamos que lo sanaras y te lo has llevado? ¿por qué? ¿dónde está su oración con fe? ¿no alcanza a leer y ver, en esos acontecimientos de la vida, que Dios es nuestro dueño, que Dios es nuestro Creador, que Dios es el que nos da la vida y, en el momento que Él decide, nos lleva con Él? ¿no descubre a través de la fe que usted no es el dueño de la vida de su ser querido, es Dios? Dígale, en esos momentos, en lugar de reclamarle a Dios, dígale “gracias Señor, por todo el tiempo que vivió con nosotros, gracias, sé que está bien Contigo, porque Tú eres el dueño de la vida porque lo has llevado Contigo, allá está mejor, allá ya no sufre, allá ya no siente dolor. Sí, siento dolor en mi interior, porque me duele que ya no va a estar con nosotros, pero, Señor, Tú eres el dueño de la vida, y la vida para Ti no es solamente la vida temporal, para Ti también es la vida eterna y sé que está Contigo y que es feliz Contigo y eso me alegra y me hace vivir mi fe agradeciendo, agradeciendo el tiempo que pude tener esas vivencias de amor, de cercanía. Te doy gracias por ello”… ¿usted lo hace en esos momentos de tristeza? ¿Cuándo le pasa algo? cuando no alcanza los recursos: “Señor, socórrenos, socórrenos, socórrenos” y no alcanzamos y estamos hundidos en la pobreza, en las carencias, en las necesidades.
Su fe le lleva a decirle a Dios: “sé que eres el Padre Providente, que alimentas a tus hijos, que sacas adelante a tus hijos. Estamos en Tus Manos en Tus Manos providentes, en Tus Manos de Padre”, pero no nos quedemos con los brazos cruzados, sin hacer nada. Hay que luchar, hay que salir adelante, hay que buscar trabajo, tocar aquí y tocar allá y, el Padre providente va a manifestar Su amor y Su providencia. Váyalo comprobando, no se desespere, no pierda la confianza en Dios, no pierda su fe en el Dios providente que usted tiene en su corazón, no sólo en su mente, en su corazón.
Aquí, en su corazón, usted sabe que Dios es providente y lo va a sacar adelante, en el momento que menos piense, usted saldrá adelante, pero a veces renegamos, desesperamos y comenzamos a decir y pensar: “yo me he portado bien, he hecho el esfuerzo por ser una buena persona y allá están aquellos que no se portan bien y que les va muy bien”, así pensamos. Tarde o temprano, no les irá tan bien, no se quede pensando en eso, porque eso le va a llevar a que usted diga: “pues, así como están las cosas, es mejor portarse mal que portarse bien”, los que se portan mal, según nosotros, son muy bendecidos y los que se portan bien, pues nomás no se ve claro, ¿dónde está su fe? ¿cómo mide usted las bendiciones divinas, cómo mide? ¿En recursos, ahí ve la bendición divina, en recursos materiales? ¿no ve la bendición divina en la alegría de amarse, en la alegría de vivir en paz, en la alegría de luchar juntos? ¿no ve la bendición divina ahí? ¿en la salud que tiene su familia, en una pobreza? Pero somos felices, no ambicionamos nada, no andamos preocupados porque no se nos pierdan estos recursos, no los tenemos, andamos intranquilos, no, andamos muy en paz.
A veces, queremos perder la paz ambicionando tener, como si esa fuera la única bendición. Usted, en lo personal tiene paz, tiene alegría, tiene gozo, es feliz con su familia, sí, le faltan muchas cosas, no tiene recursos, esto, aquello, pero son felices, son felices. Eso se llama bendición divina, eso se llama, desde el corazón, vivir la fe, vivir la fe.
Quiero que sea un hombre o una mujer de grande fe, aunque Nuestro Señor dice: “si su fe fuera como un granito de mostaza”. El que conoce los granitos de mostaza sabe que son pequeñitos, muy pequeñitos. Hoy, tenemos que decirle a Dios, aumenta mi fe, como dijeron los apóstoles, aumenta mi fe y no sólo hoy, todos los días, aumenta mi fe.
No es suficiente la fe que tengo, Señor, auméntala e ilumíname, para que en los diferentes acontecimientos de la vida yo pueda vivirlos en la fe y pueda encontrar lo que Tú me dices, hacer un discernimiento, iluminado por el Espíritu Santo, que habita en mi corazón. Soy un hombre o una mujer de fe, creo en Tu presencia aquí, en mi interior, porque sé que soy templo del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo nos ilumina, el Espíritu Santo nos fortalece, el Espíritu Santo nos llena de paz y de gozo, aumenta mi fe, aumenta mi fe.
Lo necesita usted y lo necesito yo. Lo necesitamos todos.
Pidámosle eso a Nuestro Señor en este día y digámosle también a María, la que creyó en el anuncio, cuando le dijeron que iba a ser Madre: “Yo soy la Esclava del Señor” y, ya para terminar, Nuestro Señor también nos recuerda, a veces creemos que somos trabajadores, exageradamente trabajadores ¿y qué nos dijo Nuestro Señor hoy, cuando has hecho lo que tenías que hacer? Sólo di: soy un siervo inútil, sólo hice lo que tenía qué hacer, nada más, sólo hice lo que tenía que hacer. No presumamos que somos trabajadorsísimos, no, sólo hicimos lo que teníamos que hacer y nada más, no vivan ahí diciendo: “oye, tú no trabajas nada, tú no haces nada”, usted haga lo que le toca hacer y diga siervo inútil, sólo hago lo que tengo que hacer y nada más.
Feliz semana, feliz semana, encomendémonos a Nuestra Madre, recordemos que estamos en el mes de las misiones y estamos también en el mes del Rosario, porque el día 7 celebramos a la Virgen del Rosario. Vivámoslo intensamente, crezcamos en la fe en el amor a Dios y seamos hombres y mujeres de esperanza.
Que así sea.

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